lunes, 30 de noviembre de 2015
XXXI Ariadna — Luna azul
¿Cómo explicarle que había sido manipulado? ¿Qué su mente y su cuerpo habían quedado a merced de una de aquellas criaturas de pesadilla? Nada más verlo aparecer en la cafetería de la facultad supo que no era él mismo, pero no sabía hasta qué punto estaba influenciado. Incluso Tesh parecía sorprendido. Pudo sentir su energía, esos trucos que usaban con los mortales tan habitualmente, flotando en el ambiente mientras trataba de calmar la ira de su novio. ¿Quién lo había alterado de esa forma? ¿Por qué? ¿Tan de imprevisto había pillado a Tesh que no tuvo tiempo de contraatacar? “Afortunadamente”. Demasiadas preguntas a las que solo hallaría solución reuniéndose una vez más con el vampiro. Una cita que no le apetecía en absoluto repetir.
Pero ahora tenía otras prioridades, como atender la herida de su pareja. Y no solo la física. Estaba emocionalmente tocado. Sabía que el engaño mental podía descolocar a los humanos, forzados a sentir o pensar cosas que provenían de fuera de ellos. Sin embargo, había algo más. Estaba dolido y avergonzado. Ariadna se sentó a su lado y comenzó a vendarle con cuidado la mano, sin mirarle a la cara. Supo lo que vendría a continuación y a ella también le dolió.
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