El dolor en la mano fue fácil de
ignorar, al principio. Sabía que después la muñeca estaría hinchada y necesitaría
hielo. Le escocería y molestaría durante un par de días. Sin embargo, no podía
parar. Simplemente no podía. Fue como si un desconocido mecanismo de su mente
se hubiera activado, como un motor oxidado que de repente funcionaba a todo
gas. Era rabia, impotencia y celos. No sabía lo que significaba esa palabra
hasta que los vio tan cerca, en un momento tan íntimo. “Y yo pintaba tan poco”.