—No confío en
ti.
—Es lógico y
haces bien. —Tesh se encogió de hombros, demostrando su más absoluta
indiferencia—. Yo tampoco confío en los míos.
—Entonces, ¿qué
es lo que quieres? —Ariadna no veía más que un sinsentido tras otro—. ¿Que te
abra mi mente y mi corazón con total franqueza? ¿Que te dé vía libre para
diseccionarme después de firmar un papel de consentimiento?
—Tan solo déjame ayudarte.