Siento
mi erección clavándose en su cintura, en su carne, tierna, blanda, empapada en
sudor y colonia prestada. Joder, necesito poseerla, necesito lo que hay debajo
de su fina y arañada piel. Beso sus labios carnosos, su mentón, desciendo por
el cuello, los senos… y muerdo. Ella chilla, así que le tapo la boca con mi
mano.
—Sshhh,
tranquila, tranquila. Ya está.
Por
esto escogí vivir en el barrio Kirovski, a las afueras de San Petersburgo,
lleno de casas reformadas de la era soviética, de apenas 50 metros cuadrados.
Más que suficiente. Cruzando el patio interior, encima del tercer piso y dos
puertas más a la izquierda, hay un corazón dibujado en el felpudo. Su
significado es evidente para cualquiera con dos ojos y un poco de paciencia.
Hombres que entran y salen, mujeres gritando en croata, eslovaco y lituano,
peleas ocasionales causadas por oleadas de alcohol que suelen terminar con
llamadas a la policía. Un prostíbulo barato y de mala calidad. Es lo más
parecido a un restaurante que me puedo permitir.
Sé
cómo hacer que olviden mi cara, que nadie recuerde mi presencia, que la
aparición de una chica muerta no sea una sorpresa y se encarguen de su cuerpo
sin hacer preguntas. ¿Magia negra? Un poco, además de extorsión e intimidación,
claro. Sí, lo sé, no tengo alma, pero a veces el hambre puede hasta con la
criatura más bondadosa. Y mi hambre es voraz.
En
otras circunstancias con una rápida visita al hospital sería suficiente. Dmitri
estaría encantado de echarme una mano y que le debiera otra. Pero no hay tiempo
y esos sitios me irritan, con su olor a desinfectante y muerte rancia, con
sangre recién derramada y humanos convertidos en bolsas de fluidos salados. Es
como pasar frente a una pollería, con la carne grasienta goteando por las
barras de metal, brillando, doradita, al otro lado del cristal. Y yo babeo,
por supuesto, ¿quién no lo haría estando muerto de hambre?
Vuelvo
al presente y contemplo a la chica. Será otra Katya, Annushka o Lilya. Cree que
es un juego, que tal vez la golpearé un poco y saldrá de aquí con alguna
costilla magullada y moratones en los muslos. Disfruto con ese segundo de vana
esperanza, y es en estos momentos cuando más me odio. Pero el hambre es el
hambre, y una mortal no cambiará un ápice mi ser. Me mira a los ojos y observo mi
reflejo en ellos, rodeado por un aura de terror y fascinación. Tal vez empujado por la piedad o la curiosidad, me deshago de la máscara sobrenatural y le permito ver mis dientes afilados como cuchillas y el iris fundido con la retina,
completamente negro. Entonces ella lo sabe. Sabe que va a morir y no podrá
hacer nada por defenderse. Casi noto el suspiro de alivio cuando su cuerpo se
relaja ante la certeza de su inevitable final. Siento lástima por ella, que en
realidad estaba deseando que ocurriera.
—Ya
está, cielo, ya está…
Aprieto las manos y le
parto el cuello con un movimiento rápido.
Me
gustaría decir que cae una lágrima de mis desquiciados ojos, que un fragmento
de mi alma se desprende, que esta noche no conciliaré el sueño y pensaré en sus
largas pestañas y el olor a violetas de su pelo. Siento decepcionaros. Llevo
demasiado tiempo haciendo esto como para que me afecte. Es mi vida, mi
naturaleza. Me guste o no, debo aceptarlo.
Así que, que aproveche.
Así que, que aproveche.
<< CHETYRNADTSAT.
SESTNADTSAT. >>
Derechos reservados por la autora, Enara L. de la Peña / Imagen Peter Ortiz
wooooooow esta super genial. me encanta la forma en la que me tienes pegada a la pantalla leyendo. mas que genial.
ResponderEliminarMe alegro :) Espero tenerte igual de pegada hasta el final de la historia... Y un poco más ;) Gracias por tu entusiasmo y comentarios.
Eliminar"Tal vez empujado por la piedad o la curiosidad, me deshago de la máscara sobrenatural y le permito ver mis dientes afilados como cuchillas y el iris fundido con la retina, completamente negro. Entonces ella lo sabe."
ResponderEliminarY cuando desvelas tu propia naturaleza, ya no hay marcha atrás. Lo vuelvo a leer y engancha como si fuese la primera vez.