“Malditos vampiros”.
Ariadna se apoyó contra la fachada de cemento gris de la
facultad de Ciencias de la Comunicación. A su alrededor los alumnos fumaban con
fruición, como si cada calada les proporcionara segundos extra de personalidad.
Ella ignoró el humo, en ese momento las
enfermedades pulmonares eran una de sus menores preocupaciones.
Conocía su existencia desde los quince años. Nunca, jamás,
contaría cómo lo descubrió, pero lo hizo. Y desde entonces sus pesadillas
caminaban junto a ella de día y de noche. Sobre todo de noche. El guarda de
seguridad del trabajo de su padre, el conserje del edificio central de la
universidad, uno de los expertos buscadores
de la biblioteca. Nadie se libraba, y ahora tampoco su única amiga.
De niña, su madre le hablaba de seres tenebrosos que cazaban
a jovencitas para alimentarse de ellas, las hipnotizaban y las dejaban moribundas
en cualquier callejón. Entonces Ariadna creía que no eran más que cuentos de terror que la
obligaban a mirar debajo de la cama en cuanto el sol se ocultaba. Pero se equivocaba.
Su madre estaba muerta, y con su padre las conversaciones se limitaban a: Cuánto
necesitas este mes y no estaré en la ciudad, así que no me llames. Solo le
quedaba Cris. Y Matt. “Bueno, tal vez
Matt ya no”. Debían verse, hablar, dejar las cosas claras, y todo eso le
producía una horrible jaqueca. Las relaciones sociales eran otro de sus
fracasos como persona. Echarse a correr en mitad de una calle concurrida o buscar
la salida más cercana en el centro comercial no era la mejor manera de hacer
amigos duraderos.
“Y ahora el imbécil de
Aarón querrá quitarme de en medio”. No era tonta, a ellos no les gustaba exponerse, y que una simple humana lo
reconociera era un peligro para los de su especie. “Lo que me faltaba”, pensó, volviendo al interior del edificio,
envuelta en una nube que apestaba a tabaco, “a
este paso voy a acabar sin novio, sin
amiga y muerta”. Suspiró.
“La vida es un asco”.
Derechos reservados por la autora, Enara L. de la Peña / Fotografía Laura Makabresku
Derechos reservados por la autora, Enara L. de la Peña / Fotografía Laura Makabresku
Yo fuera Ariadna me hubiera metido en un agujero bien profundo y no saldría ni para respirar. Uff.. Pobre chica. Eny, buen trabajo. Estoy enamorado de tu escritura.
ResponderEliminarGracias! Ari en el fondo es más fuerte de lo que cree, o eso, o una cobarde sin solución. Una no-heroína encubierta ;)
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